viernes, 25 de junio de 2010

Lo dieron por muerto y estaba vivo

Para un hombre, el peor de sus destinos es ser enterrado vivo.
Así lo creía Edgar Allan Poe, quien en varios relatos reflejó esta espantosa forma de morir.
Es fácil imaginar los horrores que atraviesa la infortunada victima.
En El entierro prematuro (1844), Poe describe un puñado de historias contadas de boca en boca sobre sucesos que probablemente hayan sido ciertos.
Actualmente los cuerpos no se velan durante varios días, sino que se creman o sepultan con la celeridad del rayo.
Los ladrones de tumbas, que buscan joyas entre los difuntos, y algunos estudiantes de medicina que buscan osamentas, los suelen encontrar en posiciones extrañas y con sus manos ensangrentadas por haber intentando escapar inútilmente.
Le podría pasar a cualquiera, pero son más propensos los epilépticos y catalépticos.

En Hungría tienen una costumbre, fruto de su obsesión por los no-muertos. Ningún velorio se salva de que en determinado momento la abuela de la familia clave una larga aguja en la planta del pié del fallecido; si la sangre sale carmesí, de un rojo vivo, se sabe que es un cataléptico.

Existen casos de personas colocadas en la bóveda familiar, que lograron romper parte del ataúd, y comenzaron a gritar llamando al cuidador que estaba lejos, durmiendo.
En casos de los ignotos que son enterrados, al exhumarlos, la momia está boca abajo.
Gracias a estos testimonios los americanos (siempre ellos) determinaron, en 1981, que 4 de cada 10 personas pueden terminar siendo un Muerto Aparente. Esto pasaba, por supuesto, desde la pre-historia, cuando no se enterraban a los muertos. Y se cree que de allí nacieron muchas leyendas y hechos históricos, como el pasaje de Lázaro en el Nuevo Testamento.
¿Qué pasaría si alguien con propensión al mal donara sus órganos?

Un periodista de Perfil nos cuenta:
Me dirigí al I.N.C.U.C.A.I, organismo encargado de la recepción de los órganos donados en Argentina.
Quería el relato tremendo de alguien que hubiera despertado al ablasionarsele un ojo, o el alarido desarticulado cuando la sierra quisiera trepanar un cráneo o al abrir un abdomen.
No; pese a la distinguida atención que se me dispensó no descubrí nada. Bueno, no quedaba nada ya; el tema había sido exprimido como nunca antes. Estaba por suponer que la Catalepsia era una "Leyenda Urbana" (ridículo nombre que gustan dar los burgueses panzones a todo lo que no entienden).
Personas quemadas vivas en crematorios existen hasta nuestros días.

En algunos países se los crema con el ataúd, pero en Argentina este se recicla por medio de las compañías de Pompas Fúnebres. Un ataúd cuesta de unos 600 a 3.000 dólares, y esto se reparte entre aquellos piratas de la Muerte.
Cuando, sin miramientos, el cuerpo es arrastrado con los bastones y arrojado, cual un pollo al interior del horno, se baja su tapa, de hierro colado y por medio de 3 roscas se asegura (mucha seguridad para algo que no puede escapar). Cuando está listo se encienden los mecheros y cuando estos ya están siseando, se les pregunta a los deudos si alguno quiere presenciar la "Reducción".
Generalmente nadie acepta.
Presenciar esto se paga con una impronta perpetua en la memoria, con muchas noches sin dormir y, a veces con el desequilibrio.
Las cenizas son barridas sin miramientos a un gran corral donde descansan varios kilos de cenizas.
Con una pala se llenan las costosas urnas para los parientes; las cenizas están mezcladas como las almas; nadie recibe las cenizas de sus deudos, nadie. Si no fíjanse que jamás se reciben cenizas tibias, siempre frías, que son anteriores.
La idea era: ¿Alguien despertó alguna vez en el horno?
Luego de varios sobornos llegué al crematorio donde un torvo hombre, de una gordura gigantesca, indino y con una gorra gris que me encaró, con aspecto de "pocos amigos".

Me expliqué.
- "Mire señor, estudio los fenómenos de La Muerte. Sé lo que sucede en una cremación. Sé que el cadáver se mueve y, que en ocasiones grita, debido al aire acumulado en sus pulmones... le dicen..."
- "El Pedo" - me interrumpió.
- "Si Señor"
-"Llámeme Barrantes" - me dijo y nos relajamos.
- "Si, gracias... si, es como un flato que sale por la boca... pero no son palabras, ¿no?"
- "No... es como un grito".
- "Bueno, justamente, lo que yo busco... je, je, son palabras...."
- "Como palabras" - De nuevo la tensión.
- "Si, mi curiosidad es saber, si "alguna vez, alguien" emitió... palabras, desde adentro..."
- "......."
- "Si, vea, existe una particularidad del cuerpo, que se llama "Catalepsia"... usted lo sabe"
- "......"
- "Y al existir esto, yo imaginé que alguien debe haber despertado aquí... en el horno."
- "Pero eso es muy comprometido... usted tiene mucha imaginación..."
- "Sé que pasó "alguna vez".
- "......"
- " Es más, señor Barrantes, yo le prometo, le doy mi palabra de honor..."

Aquí le tomé las manos depositándole 300 dólares en sus palmas.
- "...Que diré que esto sucedió en Bolivia, no aquí, en La Chacarita...."
Luego de la correspondiente transición donde con cara de Sota el Capataz guardó su dinero en el bolsillo dijo con voz muy baja:
- "Y... sí, a veces se escuchan puteadas... "
- "¿Como puteadas?"
- ".....Sí, imagínese... una vez que ponemos el cuerpo, ajustamos los cerrojos y mandamos el fuego es muy difícil volver atrás; se tarda como 15 minutos en parar la llamarada."
- "......."
-----"Entonces, si.....a veces se escucha----"Hijos de putaaaaaaaa.....saquenmé de aquíiiiiiiiii... .me quemo... socorrooooooooooooo!".
- "¡¡Es... alguien que está vivo!!"
- "Y... sí... tiene eso que usted dice... siempre pasó....."
- "Y.... ¿ustedes no pueden?... no hacen nada..."
- "Y qué vamos a hacer, señor... le dije... es muy difícil parar todo... nunca lo rescataríamos vivo."

Pese a mi faz amable sentí que los pelitos de la nuca se me erizaban.
- "Y... que hacen entonces....."
- "Nos sacamos la gorra y rezamos un Padre Nuestro...."
No quería hacer esta pregunta pero era menester, para terminar la nota.
- "Y..... ¿Pasa a menudo?"
- "Y.....5,6 veces por mes." Cinco o Seis veces por mes un pariente nuestro era quemado vivo!!!!!!!!!!. Y no existen Estadísticas de esto.

Se calcula que hay unos 3 millones de argentinos tienen "Fobialepsia", una fobia a la Catalepsia, otros ni la conocen; tienen suerte.

Esa tarde nació otro fóbico más.
Fuentes:
Alaridos en el horno
Catalepsia

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