jueves, 24 de julio de 2014

Tecnología y esclavitud


En medio del subte donde no hay espacio para darse vuelta, alguien recibe una llamada telefónica o la realiza, y su conversación tiene la intimidad de compartirla con todos los pasajeros compactados, al punto que las sardinas en latas parecen un canto a la libertad.
Sin poder mover un brazo, otro se da maña para usar su pulgar y enviar un mensaje de texto con velocidad sorprendente. Otros permanecen ajenos a lo que ocurre a su alrededor, ensimismados en un jueguito.
Una joven cerca de la puerta está teóricamente en el lugar donde puede ser observada, pero su cabeza se despega del cuerpo junto con la música distribuida desde su celular a través de los auriculares.
Inútil será preguntarle si bajará en la próxima estación. Habrá que tocarla para que la cabeza vuelva al cuerpo y una respuesta sea obtenida.

El celular es el propietario de aquellos que creen que les pertenece. Si Hegel viviera podría observar la precisión de su dialéctica del amo y del esclavo.
El medio diseñado para la comunicación a distancia se convierte en un obstáculo para la relación cara a cara.
El que llama tiene prioridad sobre el interlocutor personal cercano.

La tecnología debe mejorar y mejora la vida cotidiana.
Pero muchos de sus usuarios la malversan y terminan esclavos de ella.
Necesitan considerarse imprescindibles al punto tal de pensar que el planeta puede chocar contra un asteroide si alguien quiere comunicarse y no lo consigue porque tienen el telefonito apagado.
Sacan músculos al pulgar con afiebrados mensajes de textos, en general, de una insustancialidad proverbial.
A punto tal que debido a ello y a la falta de inversión de las compañías prestatarias, los aparatitos de funciones múltiples (radios, cámaras fotográficas, internet, agenda, hora, despertador, etc, etc) para lo que menos sirven es para hablar por teléfono.
Se escucha mal, se interrumpen sistemáticamente las comunicaciones, cuesta concretar las llamadas. La modernidad tiene contratiempos.
La rutina lleva a que hoy nadie pregunte, cuando necesitan agendar un teléfono, por los tradicionales de línea de audición precisa. La pregunta siempre deriva hacia un celular.