Que guerrilleros informáticos ataquen los sistemas del Vaticano, la Interpol, el FBI o cualquier corporación estadounidense con fama de malvada, cae la mar de simpático. Que ciudadanos argentinos, según se informó confusamente a fines del mes pasado, sean investigados y/o detenidos por pertenencia presunta a esa guerrilla y que nadie informe demasiado sobre el tema, ya es más preocupante.
Especialmente cuando el adjetivo “presunta” no sólo tiene relación con el principio de presunción de inocencia, sino con la eventual vaguedad de los delitos que se les pueda achacar, con la posible intromisión de una legalidad extranjera dentro de nuestras fronteras y por las dudas acerca del origen, la composición, la más que posible infiltración y la identidad exacta de esa “guerrilla” –la expresión es riesgosa, al igual que “ciberactivistas” o “ciberpunks”– que en los últimos meses comenzó a tener definitiva celebridad global y que adoptó un nombre supervendedor: Anonymous.
Especialmente cuando el adjetivo “presunta” no sólo tiene relación con el principio de presunción de inocencia, sino con la eventual vaguedad de los delitos que se les pueda achacar, con la posible intromisión de una legalidad extranjera dentro de nuestras fronteras y por las dudas acerca del origen, la composición, la más que posible infiltración y la identidad exacta de esa “guerrilla” –la expresión es riesgosa, al igual que “ciberactivistas” o “ciberpunks”– que en los últimos meses comenzó a tener definitiva celebridad global y que adoptó un nombre supervendedor: Anonymous.
Fuente: La guerrilla virtual
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1 comentario:
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