El traspié electoral oficialista, a partir de la sorpresiva derrota en el conurbano bonaerense, produjo un diagnóstico generalizado. Se iniciaba la decadencia irreversible del ciclo K, e incluso hubo quienes arriesgaron que el Gobierno no alcanzaría al 2011.
Atado al anterior y más difícil de responder, era cuál sería la determinación gubernamental: ¿apuntar el presunto giro a la derecha o afirmar un rumbo progresista?
Por el contrario, las renovaciones del cuerpo ministerial revelaron que habrían de apoyarse, más que nunca, en los colaboradores de fidelidad absoluta. No pasaría mucho tiempo hasta advertir que se apostaba por retomar la ofensiva.
El oficialismo debía ratificar que el poder no se discute: se ejerce.
La propia dirigencia opositora, e incluso los sectores sociales más refractarios al kirchnerismo, reconocen que el Gobierno mantuvo la iniciativa pero no sólo por méritos propios. Esa oposición, casi de inmediato a su euforia poselectoral, dejó claro que ni siquiera podía consensuar una estrategia legislativa más o menos articulada.
¿Cuál es la diferencia entre Cobos y De Narváez? ¿Qué distancia, esencialmente, a Carrió de Macri? Así, de corrido, lo que cabe preguntar es si esos referentes conservadores tienen espacio social amplio para mostrar sus cartas ideológicas sin más ni más. En opinión del periodista, la respuesta es no: en parte porque todavía hay memoria fresca, y además por las virtudes K en saber leer los nuevos aires del período y de la región. La única veta por la que mostraban neomenemismo explícito era su apoyo al movimiento campestre. Recién hace unas semanas, bajo el manto del cardenal Bergoglio y con parlantes más bien apagados, suscribieron un documento que avanzó en mostrar la hilacha.
Entra aquí la agenda actual como reflejo, en algunos aspectos, del abismo entre la mayoría de los temas de disputa político-mediática y las inquietudes o preocupaciones sociales más sensibles.
Con todo respeto, ¿a quién le interesa la composición del Consejo de la Magistratura? ¿El proyecto para normalizar el Indek tiene algo que ver con la cuestión inflacionaria de fondo, atravesada por quiénes forman los precios (o dicho de otro modo, ¿la oposición quiere regularizar el organismo como herramienta para atacar una economía concentrada en pocas manos?)?
¿Y cómo se hace, para no sospechar de los verdaderos propósitos de quienes promueven el 82 por ciento móvil a los jubilados? ¿Desde cuándo le picó ese bicho a Patricia Bullrich y demás?
Para bien o para mal, porque puede verse como símbolo de mejoría en casi todos los indicadores, esas tramas revelan que la economía no está en discusión. No, al menos, en lo que hace a cuáles intereses se afecta para favorecer a cuáles otros. La última instancia de ese tipo fue el choque generado por la 125.
Después de eso, las críticas son manotazos destemplados que no progresan, porque desde la derecha no se puede, en el señalamiento de las fuentes de financiación alternativas para aquello que cuestionan. Un ejemplo, y no precisamente el menor, son las tarifas subsidiadas de los servicios públicos. Con un cinismo admirable, la derecha se apunta al carácter de barril sin fondo que tendría ese mecanismo. ¿La opción es liberar los cuadros tarifarios? ¿O van a decir cuánto mejor sería que el Estado encontrara fondos en una política tributaria progresiva? Lo mismo vale para la expansión del gasto público: con la crisis en Estados Unidos y Europa, no es buen momento que digamos para hablar del déficit fiscal y de recortar el consumo interno.
Transcurrido un año de las elecciones, efectivamente poco o nada es como se imaginó.
Pero queda claro que alguna gente debe revisar su capacidad de pronóstico político.
O lo que le obligan decir.
Fuente: Comparaciones - Por Eduardo Aliverti
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lunes, 5 de julio de 2010
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1 comentario:
Estoy aprendiendo de ti , sin embargo , sin embargo me estoy mejorando. De hecho, me encanta estudiar todo lo que está escrito en su blog.Maintain los cuentos que viene. A mí me gustó !
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