Muchas conclusiones pueden sacarse con los resultados en mano de las elecciones legislativas que acaban de concluir. La primera y -creo- la más importante, es que a treinta años casi exactos de aquella primera bocanada de aire fresco que representaron los comicios del 30 de octubre de 1983, hoy los argentinos hemos podido convivir en democracia sin que se nos cruce ni a palos la idea de golpear a los cuarteles de ningún milico iluminado para que resuelva nuestros conflictos.
Tal vez para los más jóvenes esto pueda parecer perogrullesco, pero para los que nacimos y crecimos durante distintas dictaduras (en mi caso, las de Onganía, Levingston, Lanusse, Videla, Viola, Galtieri, Bignone, o sea SIETE presidentes militares en DIECISEIS años, con sólo TRES de interregno democrático) tiene una trascendencia fundamental.
La segunda reflexión es que el oficialismo a nivel nacional fue derrotado con claridad en los distritos más poblados de la Argentina. Los electores de la ciudad de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y un territorio tan preciado en las batallas electorales como el bonaerense le dieron la espalda al kirchnerismo que, aún así, logró renovar las bancas obtenidas en su peor elección anterior de Diputados, en 2009, y en la mejor de Senadores, de 2007.
Pero a pesar de los titulares de diarios y canales noticiosos que celebraron con júbilo la posibilidad de asimilar en un mismo título las palabras DERROTA con KIRCHNERISMO, luego de la supuesta "paliza" de este domingo, objetivamente el Frente para la Victoria continúa siendo la primera minoría a nivel nacional, con el 32,5 por ciento de los votos.
Los candidatos K se impusieron en la mitad de las provincias y en las restantes fueron derrotados por un conglomerado de partidos que todavía no han demostrado tener la capacidad de articular una alianza de bases sólidas que los proyecte como alternativa política para el 2015.
Sin embargo, hay un resultado que debe ser observado con mucho detenimiento por el kirchnerismo, si es que realmente pretende organizar una fuerza en condiciones de disputar las presidenciales con alguna aspiración triunfal. El Frente Renovador bonaerense que lidera Sergio Massa le ganó en todas las secciones electorales de la provincia de Buenos Aires, incluso en aquellas zonas del conurbano donde habita una gran mayoría de los beneficiados por las políticas inclusivas del gobierno nacional.
La ventaja obtenida durante las PASO por la flamante fuerza encabezada por el otrora funcionario e intendente kirchnerista devenido en opositor, se duplicó respecto de los guarismos logrados por el candidato bendecido por la mano presidencial, otro jefe comunal que no pudo disimular lo suficiente su mapa genético compatible con el de los Barones del Justicialismo conurbanense.
Con CFK fuera de la arena de campaña producto de su convalescencia, el resultado se transforma también en un fuerte golpe a las aspiraciones de Daniel Scioli de constituirse en el candidato natural para suceder a la actual presidenta, algo que resultó notorio en el rictus del gobernador durante los forzados festejos de anoche en el bunker del FPV.
Massa llega al Congreso Nacional anunciando que calentará la banca sólo unos meses porque seguramente en poco tiempo comenzará a proyectar su campaña presidencial. Para ello tendrá que luchar contra sus propias contradicciones y definir si toma distancia de las políticas del gobierno que lo vio nacer como dirigente y lo impulsó para que fuera intendente de la localidad bonaerense donde hay más barrios cerrados que villas de emergencia, o se planta decididamente en la vereda de enfrente junto a una oposición que aún no termina de definir hacia dónde pretende conducir los destinos de la Argentina.
Por su parte, el kirchnerismo tendrá que ponerse a trabajar en serio si pretende evitar que estos dos años que suceden a su "década ganada" se transformen en la antesala de un nuevo período de incertidumbre para el pueblo argentino. Y para ello deberá revisar si su estrategia de campaña en la provincia de Buenos Aires no terminó basándose en personajes y valores que contrastan con las definiciones esbozadas tempranamente por la gestión nacional.
En este sentido, el Frente para la Victoria deberá analizar si deglutirse el contraste de paradigma respecto a su propia mirada sobre las políticas de seguridad que representó la designación de Alejandro Granados en el gabinete sciolista o el traslado de gendarmes y prefectos para que patrullen sin brújula las calles de la provincia, son compatibles con su ideología.
O si la frivolización de la imagen de campaña de su principal candidato, fotografiado a los besos con su flamante novia modelo a quien conoció a través de "un amigo en común" -el abogado Fernando Burlando, de tan buenas migas con la maldita policía bonaerense- pudieron haber tenido efectos electorales adversos en la base de sustentación social de su proyecto político.
Acertar con ese análisis y obrar en consecuencia serán claves para el futuro del kirchnerismo. Y de la provincia de Buenos Aires. Y de la Argentina.